Con la elección del candidato de la derecha José Antonio Kast como mandatario, Chile ha reaccionado y corregido el grave error de haber optado a fines de 2021 por un personaje como Gabriel Boric, un joven sin experiencia laboral pero con nutrida trayectoria como agitador universitario, al que le quedó inmenso el rol de jefe de Estado del vecino del sur.

Los chilenos le han dado una tremenda pateadura a la candidata de izquierda Jeannette Jara, que representaba el continuismo de Boric, un producto del estallido social de octubre de 2019, pero que desde la gestión en el Palacio de la Moneda, rodeado de comunistas y “progres”, se fue desdibujando por sus magros resultados.

Con Boric hubo mucho discurso “políticamente correcto”, mucha pose y mucha reivindicación de gente nefasta como ese falso valor llamado Salvador Allende, pero poca gestión por el bien de la gente. El domingo los votos han exigido un cambio radical y un giro hacia la derecha, con los beneficios que los chilenos conocen muy bien.

La izquierda puede que sepa cómo ganar elecciones con sus discursos y sus promesas, pero una vez en la gestión se hace evidente que sus propuestas son irrealizables. Lo bueno para Chile es que a diferencia de otros países, existe la democracia, lo que cada cuatro años permite mandar a sus casas a los que han defraudado. En dictadura, la pesadilla es eterna.