La presidenta Dina Boluarte hizo ayer el enésimo llamado a la unidad de los peruanos, pero sus acciones cuentan una historia diferente. En lugar de unir, su gestión parece polarizar aún más a la sociedad. La falta de atención a las preocupaciones de la ciudadanía, especialmente en lo que respecta a la creciente inseguridad, es un claro ejemplo de esta desconexión. A pesar de los gritos de auxilio de la población, Boluarte se aferra a un gabinete que ha demostrado ser incapaz de enfrentar la criminalidad, defendiendo a sus ministros sin considerar la urgencia de un cambio.
El clima de incertidumbre, temor y vulnerabilidad que atraviesa el país es palpable. La gente, cansada y frustrada, ha comenzado a manifestar su descontento de manera contundente, rechazando un Gobierno que no parece escuchar ni actuar. Este escenario se vuelve aún más complicado a medida que se acerca la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), un evento que debería ser una oportunidad para mostrar la fortaleza del país, pero que se ve empañado por la debilidad y deslegitimación del actual Gobierno.
En una democracia, el poder emana del pueblo, que espera resultados tangibles de sus líderes. Sin embargo, en este momento, la falta de respuestas efectivas por parte del Gobierno hace casi imposible construir un entendimiento fructífero entre quienes gobiernan y sus representados.