Cualquiera que sea el resultado de este domingo el Perú se enfrentará a un escenario de extrema polarización y delicada gobernabilidad. Los peores pronósticos se han cumplido y el Perú, una gran nación, camina dividido hacia su primer Bicentenario. Para restañar las heridas hará falta una labor titánica, un esfuerzo histórico. Pero la fractura será más grande si el domingo optamos por la opción que hace de la lucha de clases su motor ideológico y político. Esa fractura puede durar los veinte años del chavismo.

Los indecisos deben calibrar la enorme responsabilidad que tienen entre sus manos. Si optan por la opción marxista-chavista, la sociedad peruana, más temprano que tarde, terminará destruida sin remedio. Todos seremos pobres, salvo la nueva burguesía revolucionaria que convertirá al país en un satélite del socialismo del siglo XXI. Los primeros meses serán populistas, pero cuando la poca riqueza del Estado se acabe, y se acabará, las vacas flacas y el rechinar de dientes se apoderarán de todo el territorio y los que hoy aplauden la entronización del odio entre hermanos, mañana migrarán en busca de parientes y amigos en el exterior. O, peor, verán partir a sus hijos sin rumbo hacia lo desconocido, a ver dónde los reciben.

He aquí una historia conocida. Las historias de las naciones se repiten como las historias de las personas. Triunfo y fracaso, guerra y paz son nociones propias de la naturaleza humana, nada es nuevo bajo el sol. A pesar de tener el ejemplo de Venezuela y Cuba, a pesar de haber sufrido en carne propia el zarpazo criminal de Sendero, muchos caminan hacia el abismo. Indeciso, en tus manos está el destino de nuestro país.