Hace poco, la ciudad de Valencia en España sufrió uno de los mayores desastres naturales y quizá uno de los peores de toda su historia, superando incluso la “Dana” que sufrió la misma comunidad en el 2019, la “riada de Biescas” de 1996, la “riada de Turia” o algunos temporales ocurridos en años previos. Esta reciente tragedia que ha dejado devastación, cientos de fallecidos, cientos de desaparecidos, miles de damnificados (que han perdido sus hogares y bienes materiales), tristeza y desolación, ha generado también diversas lecciones de vida sobre las que el mundo entero debe reflexionar. Una de ellas, empalma magistralmente con la desidia de sus autoridades que no fueron capaces de alertar a la población sobre las alarmas y advertencias que anunciaban a gritos la tragedia, evitando con su inacción que miles de seres humanos hubieran podido ponerse a buen recaudo y no exponerse a la muerte; la falta de empatía y solidaridad de otras que, terminada la severidad de la tragedia, no tuvieron el tino y la inmediata reacción de ubicarse en el lugar del desastre para ayudar a los damnificados, pretendiendo hacerlo cuatro o cinco días después, generando la indignación de los afectados que los echaron a gritos o la frialdad de un presidente de gobierno que no tuvo reparo alguno en decir a la comunidad afectada que si necesitaban ayuda “la pidieran”: frases y acciones todas desafortunadas, que generaron indignación y rencor. Sin embargo, es necesario destacar que, en medio de la desolación, los reyes de España dieron una lección de pundonor y, venciendo la amargura inicial de los afectados, se mantuvieron en la zona devastada con templanza, empatía y humildad, escuchando y abrazando a unos y a otros y llevándoles mensajes de esperanza y de ayuda, convirtiéndose en la fuerza mayor que logró mover la indignación inicial para ceder a la cercanía y a la calidez. Bien decía Leonardo da Vinci que la simplicidad, es la mayor sofisticación. Las lecciones aprendidas de esta tragedia ocurrida en España deben hacernos entender que, aquellos que decidan trabajar en el servicio público y en los gobiernos, deben hacerlo siempre anticipándose y pensando en el bienestar general de la población y no en la comodidad que otorga un efímero, corto y transitorio periodo de poder.