Es curioso que Jaime Villanueva sea abordado como héroe de la Nación, a pesar de haber participado de componendas con Patricia Benavides, la fiscal suprema expulsada del Ministerio Público. El convertirse en colaborador eficaz no debiera divinizarlo, sino tratarlo como parte de la supuesta organización criminal, pero así se maneja este poder detrás del poder, un sistema que dispara contra rivales políticos.
Tengo amigos honestos en la fiscalía, que no comparten la manera en cómo se dirigen los hilos de las investigaciones; pero, lamentablemente, deben someterse a las directivas. Lo mismo pasa con los despachos especiales que persiguen el delito, cuyos integrantes se creen seres intocables y la reserva moral del país. Debiera ser materia de estudio sociológico el porqué algunos peruanos se visten de capa y espada.
Y no digo que esté mal luchar contra la corrupción, sino la manera en quiénes están detrás y cómo se hace. Entonces, ¿cómo creen en un Ministerio Público que es tratado como un botín? La verdad es que estamos en medio de una guerra de intereses personales y egos profesionales, donde un grupo de fiscales supremos quiere ejercer el control y empieza a mover los hilos políticos.
Hoy, con un fiscal de la nación interino, considero que quien asuma este poder debería declarar en situación de emergencia la institución, reformular su sistema de procedimientos, proponer proyectos para transparentar las investigaciones y mejorar la idoneidad de su personal. Como ustedes se han dado cuenta, Villanueva no era fiscal, era un trabajador administrativo, pero perjudicaba la imagen de la entidad.
Si en los próximos días se elige a un fiscal de la nación que mantiene el estatus quo, que solo continúa su periodo para mejorar el currículum y que mantiene el mismo orden jerárquico, entonces todo seguirá igual o peor.