Estudios de neurociencia sugieren que somos el resultado de nuestros pensamientos y ello, es parte de la filosofía Buda. Nuestra mente es un arma poderosa de la que disponemos siempre y, cuando la llenamos de ideas positivas, nuestras acciones comienzan a estimularse y a cambiar. Los estímulos que recibimos del mundo externo pueden ser recordados por nuestra mente de distintas maneras: Se pueden guardar como un mal recuerdo o como una experiencia de aprendizaje. La experiencia es, justamente, fruto de las decisiones que tomamos y del cumulo de errores que cometemos. Aprender a moldearlos y luchar por encontrar el lado positivo, incluso de las experiencias más negativas es lo que añade pequeñas dosis efectivas de aprendizaje a nuestra experiencia. Las tareas más difíciles se conquistan primero en la mente y luego, se proyectan en la realidad. William James decía que cualquier persona puede cambiar su vida al cambiar sus pensamientos y San Francisco de Asís decía: “Ten cuidado con lo que pienses y hables, porque puede convertirse en la profecía de tu vida”.
Los seres humanos tenemos entonces, la capacidad de aprender, de decretar y de actuar en consecuencia y moldear nuestros actos a través de nuestra mente. Una investigación del “Art Brain information communication research group” de Kyoto concluye que es posible aprovechar la parte inconsciente de nuestro cerebro, que es la que gestiona el 90% de lo que hacemos sin que lo percibamos. La mente es tan poderosa que ejerce una influencia directa en cada uno de nosotros, nuestras acciones, nuestros pensamientos conscientes e inconscientes. Una mentalidad optimista permite ver oportunidades y nos impulsa y ayuda a mantener una actitud adecuada frente a los obstáculos. El “rumiar” constantemente nuestras preocupaciones o la interpretación negativa de situaciones que afrontemos, puede generar un enorme estrés, ansiedad, y afectar nuestra autoestima y bienestar emocional. Los patrones de pensamiento negativos pueden crear un ciclo autodestructivo que nos atrapa en una espiral de pensamientos oscuros y emociones negativas de las que pareciera no poderse salir. Ejercitemos nuestro verdadero poder y cultivemos el arte de “decretar positivo” para afrontar la vida con mayor fuerza y fe.