Un libro titulado “Ser cristiano en la era neopagana” que reúne diversas conferencias y escritos de Joseph Ratzinger fue publicado hace varios años recogiendo las impresiones del que luego sería el Papa Benedicto XVI sobre la rampante descristianización de Europa y Occidente. Recuerdo haberlo leído con entusiasmo poco después de llegar a vivir a Europa, porque era evidente que el multiculturalismo que impregnaba el ambiente definiría el diálogo de nuestro tiempo. Y así ha sido. El multiculturalismo ha sido esencial para definir el supuesto diálogo de nuestro tiempo hasta el punto de subvertir el concepto de “tolerancia” relanzando a nivel global las viejas herejías satánicas del paganismo. A la postre, el multiculturalismo lo que ha pretendido hacer es eliminar las raíces cristianas de toda cultura. Nos quieren vender gato por liebre.

Lo de la inauguración de las Olimpiadas de París, a las blasfemias me refiero, va en esta línea, la de la plena consolidación del neopaganismo. Lo que sucede es que el mundo ha olvidado las viejas herejías, ya no sabemos que existió una feroz pulsión gnóstica que defendió una libertad sin límites, una libertad luciferina, maligna. El mundo ha olvidado que el cristianismo tuvo que batirse con herejías profundas que cada cierto tiempo adquieren un nuevo molde porque su autor es el padre de la mentira. El paganismo ha retornado. ¿Es el futuro del cristianismo regresar a las catacumbas? Lo cierto es que, en apariencia triunfante, el paganismo se presenta a nivel mundial y en horario estelar consciente de su inmenso poder, de su capacidad de convocatoria. Hemos regresado al siglo III. No estamos lejos de la persecución y del martirio y, gracias a ello, no estamos lejos del triunfo final.