El análisis de datos es una de las herramientas más importantes para desarrollar estrategias de seguridad pública. Según cifras policiales, en nuestro país, en el año 2024 se cometieron 2.126 homicidios, de los cuales 1.125 fueron actos de sicariato y en el 84% de los casos se emplearon armas de fuego; al 11 de enero 2025, van 60 homicidios. El espiral de violencia es incontrolable.
La mayoría de la población solo espera que en su entorno familiar y de amigos no ocurran hechos sangrientos, como si fuera una suerte de lotería en la que todos hemos comprado boletos y no sabemos cuándo seremos “premiados”.
Nuestra Policía debe asumir el sentido de la emergencia de manera cabal, priorizando todos sus recursos para combatir este flagelo. Resulta contradictorio que los serenazgos municipales realicen actividades de seguridad pública con la mínima protección legal y sin atribuciones de intervención, con exiguos requisitos de reclutamiento y entrenamiento limitado, mientras que muchos policías de armas realizan actividades no prioritarias, habiendo sido formados y entrenados para tal fin.
Los cuerpos municipales pueden realizar labores en tránsito; los batallones de Policía Militar asumir funciones de control de fronteras, seguridad externa de establecimientos penales, protección de dignatarios, servicios públicos y embajadas, permitiendo destinar más policías a tareas efectivas de defensa de la población.
Durante la violencia terrorista, nosotros, como estudiantes de las escuelas de Policía, cumplíamos nuestros horarios de estudios y, por las tardes, salíamos a resguardar los centros comerciales. Otros cuidaban el transporte público, abordando sus unidades. El sentido de la emergencia implica sacrificio, entrega y esfuerzo, dejar de lado las banalidades y cumplir la misión.