Mi maestro Rafael Domingo ha publicado un libro esencial para comprender nuestro tiempo: “El sentido del cristianismo”. En efecto, hablar de espiritualidad y trascendencia en una época como la actual es casi un acto subversivo, implica nadar contra la corriente. La gran secularización del pensamiento débil ha ocupado casi todas las dimensiones de la vida, incluyendo la política y la mediática, relativizándolo todo, convirtiendo nuestro mundo en un Campo de Agramante donde la opinión de todos tiene el mismo valor, la del sabio y la del ignorante.

Y así ha sido, en efecto. El mundo posmoderno e híper tecnologizado también ha conducido a la humanidad a la depresión y el hartazgo. Vivimos en sociedades cansadas, aquejadas por el trauma de la identidad, presas de una crisis y de un sufrimiento real, donde la propia coexistencia se interpreta en clave amigo-enemigo. Siendo así, regresar al cristianismo unificador y realista, implica recordarnos que las enseñanzas del Mesías son fundamentales para construir una sociedad que respeta, una sociedad que tolera, una sociedad libre de manera auténtica, una sociedad a imagen de Dios, que perdona, que comparte y que contempla. Es posible cristianizar las sociedades, es posible y vale la pena, porque la felicidad del ser humano, la verdadera felicidad de la humanidad, solo se alcanza dotando de un sentido trascendente todas nuestras acciones, también las de la vida política, la empresa creadora de riqueza y el oficio mediático, el periodismo.

La realidad es única. Vivimos en una época donde es necesario, casi un imperativo, recordar cuál es el sentido auténtico del cristianismo. Ser la sal de la tierra, la luz del mundo, santificando la vida ordinaria. Querer que Cristo reine de verdad, en todas las dimensiones de la creación.