Me ha gustado la entrevista que la primera rectora de la Universidad de Navarra, María Iraburu, doctora en Bioquímica y Biología Molecular, ha concedido al Diario de Navarra. Recomiendo a mis compañeros de la academia peruana leerla detenidamente. Para todos los que hemos estudiado en la UNAV es un orgullo que una profesional como la rectora Iraburu conduzca los destinos de nuestra alma máter los próximos años. En la entrevista, la nueva rectora afirma que la universidad debe estar interesada “en el silencio de la biblioteca y el ruido de la calle”, es decir, tanto en la calidad institucional como en la realidad nacional. Efectivamente, la auténtica universidad debe comprometerse con el desarrollo del país de manera irrenunciable.
Decía Francisco García Calderón que “el Perú se salvará solo bajo el polvo de una biblioteca”. La capacidad transformadora de la educación implica, como lo señala la rectora Iraburu, que los docentes nunca abandonen su propia formación, que sigamos las huellas de los maestros que nos precedieron, valorando la formación humanista, focalizando la investigación en temas relevantes para la sociedad que nos cobija y apostando por la interdisciplinariedad. Así, juntos, profesores y estudiantes deben trabajar para conocer la verdad. Identidad y dinamismo forman parte de la esencia universitaria, como bien señala la rectora Iraburu, y esta díada académica se asemeja a la dicotomía defendida por ese gran peruano que fue Víctor Andrés Belaunde quién decía que el Perú es “tradición y destino”. Sí, la universidad, un microcosmos de la patria, es tradición y también destino.
Celebro que el liderazgo de Navarra transforme la institución universitaria. La auctoritas de las grandes universidades, en un mundo complejo como este, tiene mucho que aportar.