La presidenta Dina Boluarte expresó recientemente a un medio de comunicación chino su anhelo de un país donde la niñez tenga futuro. No obstante, el último lunes, durante una conferencia de prensa, su comportamiento contrastó marcadamente con este mensaje. Ante la pregunta de una periodista sobre las niñas violadas en Amazonas, Boluarte respondió con una sonrisa irónica y pasó la responsabilidad de la respuesta al ministro de Educación, Morgan Quero.

En la cultura china, la palabra crisis se representa mediante dos caracteres que, por separado, significan peligro y oportunidad. Este concepto parece haber escapado a la mandataria, a pesar de su visita al país asiático. Después de más de tres meses sin comparecer ante los medios, Boluarte tuvo una gran oportunidad para ser contundente y clara sobre los casos de menores ultrajadas por sus profesores, así como para abordar otros temas delicados como los relojes Rolex, su cirugía estética y la ley sobre el crimen organizado. Sin embargo, eligió el silencio y la evasión en lugar de confrontar la dura realidad.

Las sonrisas, evasivas y declaraciones desafortunadas de Boluarte, como “Ya quisiera desaparecerme un solo minuto, y no hacer mi trabajo de presidenta”, resultaron alarmantes. Estas actitudes pueden interpretarse como una advertencia: cualquier cuestionamiento parece no afectarle, independientemente de lo que piense más del 90% de los peruanos.

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