Si hay una actividad que graba la mente de los usuarios en su infancia y requiere ser desaprendida para estar a tono con los tiempos es la educación. La dimensión del aprendizaje de las matemáticas por parte de los docentes que luego la enseñarán es un ejemplo característico del tema. (Lorenzo J. Blanco Nieto en El País “Aprender a enseñar matemáticas: la formación del profesorado en España”; 6/10/2022). Allí sostiene que las investigaciones indican que cuando acceden a la práctica, los docentes de matemáticas tienen en cuenta más su experiencia y recuerdos como alumnos que lo aprendido en su periodo de preparación. Generalmente, estas ideas son desajustadas o contrarias con lo que indican las propuestas curriculares modernas. Además, son muy estables y resistentes al cambio.
El principal problema es que en lugar de formarlos en las universidades o institutos con la metodología que se espera que ellos reproduzcan luego en su rol docente, lo que se hace es formarlos “a la antigua” pero proponerles que ellos enseñen “a la moderna”. La consigna es “haz lo que te digo, no lo que yo hago”. En otras palabras, en lugar de que el futuro profesor experimente durante los cinco años universitarios las vivencias didácticas y académicas que se espera que él aplique en su función docente, se espera que haga lo contrario, lo que evidentemente no funciona. El propio diseño curricular de la carrera docente ya configura esa imposibilidad. Así que si se quiere cambiar la forma de aprender matemáticas en el colegio, debe empezarse por cambiar la forma en la que se educa a los futuros docentes.