La pesquería industrial de anchoveta peruana es reconocida por la FAO y las Universidades de Yale y Columbia como una de las más sostenibles del mundo. Gracias al trabajo conjunto del Ministerio de la Producción, el IMARPE y la industria pesquera, la biomasa de anchoveta bordea los 10 millones de toneladas y se ha mantenido estable en los últimos 20 años.

Además, emplea a más de 250 mil personas, es una fuente de ingresos para 3,500 MYPES que interactúan con la industria.

Sin embargo, la ONG Oceana pretende tirar por la borda el trabajo desplegado durante más de 70 años de trayectoria de la industria anchovetera peruana; primero, inventando historias sobre la pesca industrial en la Reserva de Paracas; y, ahora, demandado al Ministerio del Ambiente a través de una acción popular solicitando la prohibición de la pesca industrial en la Reserva Nacional Dorsal de Nasca, creada para proteger una cadena de montañas submarinas que se encuentra a más de 4 kilómetros de profundidad, donde la pesca industrial no tiene ninguna interacción.

Pero la pesquería peruana de anchoveta no solo se desarrolla entre Pisco y Nasca. Los peruanos debemos sentirnos orgullosos que somos líderes mundiales en sostenibilidad y en la producción ingredientes marinos como la harina y el aceite de pescado.

Me despido con este legado: nuestra contribución al mundo a través del aprovechamiento sostenible de la anchoveta, el recurso más abundante de una sola especie del planeta, motivo de orgullo y pilar para el desarrollo del país. Agradezco a Correo por el espacio semanal brindado en estos casi dos años, y a Jessica Luna le deseo todo lo mejor en su gestión como nueva presidenta de la SNP.

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