Luego de conocerse, por confesión del propio Antauro Humala, que el INPE mintió de manera flagrante para dejarlo libre, la pregunta del millón es: ¿Qué busca el catastrófico gobierno de Pedro Castillo con este zafado suelto en plaza? “No hago cojudeces” espetó el autor del “Andahuaylazo” para desmentir que haya realizado manualidades de Hello Kitty con el propósito de obtener beneficios penitenciarios y la reducción de su condena.

Nosotros advertimos dos situaciones gravísimas con la salida del etnocacerista del penal Ancón II. La primera es que el profesor buscaría sacarse los reflectores de encima, que devienen de la focalización de evidentes actos de corrupción que lo salpican por todos lados, tanto así que su hija putativa Yenifer Paredes cumple 30 meses de prisión preventiva en el Penal Anexo de Mujeres de Chorrillos. O sea, alborotar el gallinero por otro lado para dejar de aparecer en la fotografía del escándalo diario.

Y la segunda, que ya empieza a configurarse, implica que el sentenciado por homicidio, secuestro, rebelión, daños agravados y sustracción de armas en el amotinamiento de 2005 en Andahuaylas, asoma en la carrera electoral casi de manera precisa como para buscar tomarle la posta, con extremismos e ideas más disparatadas, a un Castillo Terrones que ya está de salida sin pena ni gloria. Una especie de venganza política del “prosor”.

Estas cosas solo ocurren en el Perú, suele escucharse en los foros. Sí, pues, el INPE ha quedado por las patas de los caballos, y el multitudinario mitin de Antauro en el mismo sitio donde murieron cuatro policías denota que hemos entrado en una involución como sociedad. Nos estamos acostumbrando al golpe.