La Navidad nos invita a una reflexión serena. La pugna ideológica abarca más allá de posicionamientos o intereses de grupos. Algunas conductas caviares  materializan la maldad, pero para los creyentes significa una oportunidad de ratificar nuestra esperanza y entender porque vino Jesús al  mundo.

La hipocresía de instrumentalizar la desigualdad, los derechos humanos, el medio ambiente, matrimonio igualitario y el feminismo tiene su objetivo: el poder dentro de una democracia que debilitan haciendo de las instituciones sus feudos.

Para este sector no interesa el resultado: menos inversión, menos consumo, recesión y más pobreza. Antes de la pandemia nuestro país tenía aproximadamente 20% de población en situación de pobreza, hoy alcanza casi el 30%. Pero más les preocupa el poder para satisfacer sus apetitos a costa de la pobreza y derechos del pueblo que dicen defender.

No es casualidad arrinconar al Congreso, minimizar sus escasos logros y difundir sus múltiples desaciertos. Un Congreso desgastado no puede hacer control político y en ese escenario, los corruptos léase Odebrecht  y sus socios formales, socios  institucionales, y socios mediáticos se muestran serios y solemnes, manteniendo sus supuestos “logros”.

La huida de la “Sagrada familia” para proteger a Jesús de la muerte decretada por Herodes, es el símil del destierro de los pueblos que viven pobreza por acción de los falsos salvadores. Jesús nació para recordar al mundo que somos seres libres, que tenemos la libertad de actuar con bondad o con maldad. Jesús nos enseña con su vida y sacrificio que  de seguir su ejemplo, los hombres viviremos en paz y tranquilidad, devolviéndonos la esperanza de un mundo mejor.