Ha llegado a mis manos un librito de San Alfonso María de Ligorio titulado “Sermones de esperanza para tiempos de calamidad”, escrito indispensable para comprender los tiempos de crisis que vivimos y aprender a soportarlos. Ciertamente, como decía San Agustín, la felicidad en esta vida no está necesariamente vinculada a la virtud. Con frecuencia Dios retribuye a los malos durante su existencia en la tierra el poco bien que obraron y también los buenos son castigados durante su vida por el mal que hicieron, ya que Dios intenta acortarles el purgatorio.

San Alfonso María de la Ligorio, Doctor de la Iglesia y patrono de los moralistas y confesores, sostiene a lo largo de su escrito que la conversión, la penitencia y la devoción a la Santísima Virgen pueden detener el castigo divino pero si no existe una auténtica renuncia al pecado, este tarde o temprano llegará.

En efecto, todo tiene un sentido concreto y nada sucede sin que Dios lo permita. Todos nuestros cabellos están contados y de la miseria humana, Dios extrae cosas buenas, grandes conversiones, vidas de santidad. Lo que Dios nos pide cuando llega la prueba es la conversión verdadera. Leía también las visiones que tuvieron los tres pastorcitos sobre el infierno. En una época donde se evita voluntariamente todo mal, todo dolor, todo sufrimiento moral, los pastorcitos contemplaron el infierno y decidieron ofrecer lo que les quedaba de vida en holocausto por los pecadores. La perfección cristiana implica contemplar el infierno para no llegar a él.

Pienso en las calamidades que se ciernen sobre nuestro país y aprovecho los consejos de San Alfonso María de Ligorio. La Santísima Virgen, en su día, a todos nos quiere ayudar.