Ayer, Juan Santiváñez se convirtió en el segundo ministro del Interior del régimen de Dina Boluarte en ser censurado por el Congreso “por su responsabilidad política e incapacidad para hacer frente a la ola de inseguridad ciudadana que viene afrontando el país”.Seamos claros, Santiváñez está muy bien censurado, pero no podemos ignorar que las bancadas que ahora se jactan de haberlo retirado del cargo fueron las mismas que lo blindaron y mantuvieron en el puesto, pese a que el país se desangraba en manos de la criminalidad organizada, una lacra que lejos de ser contenida, creció exponencialmente durante la gestión del aún ministro.El Congreso haría mal en arrogarse el mérito de esta censura. Si bien votaron a favor, lo hicieron empujados por la presión ciudadana, que —pese al miedo— hizo sentir su hartazgo ante el manejo deficiente del sector Interior.A las bancadas que votaron en contra o se abstuvieron (varios de Alianza para el Progreso, Renovación Popular, Perú Libre, Bloque Magisterial, Somos Perú, Honor y Democracia), les tocará rendir cuentas ante sus electores y sus conciencias.No hay razones para esperar mucho del sucesor. Boluarte no busca ministros capaces, sino funcionarios serviles que le garanticen lealtad antes que resultados.

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