Entre las lecturas providenciales que cayeron en mis manos mientras duraba la convalecencia, destaca, sin lugar a duda, el libro de Vittorio Messori, entrevistado por Andrea Tornielli, titulado: “Por qué creo. Una vida para dar razón de la fe”. Allí, el famoso escritor italiano desgrana las razones de su catolicismo militante, que lo ha llevado a publicar obras como “Hipótesis sobre Jesús”, “Informe sobre la fe”, “Cruzando el umbral de la esperanza”, “Leyendas negras de la Iglesia” y “El gran milagro”. A lo largo de la entrevista, Messori no solo narra su propia conversión, también nos recuerda la vida de numerosos santos, intelectuales, ateos y agnósticos, evocando sus figuras y también su pensamiento. Entre las anécdotas que reseña, algunas son francamente impresionantes, como cuando se detiene a recordar el memorial de Pascal.

El gran matemático Blaise Pascal, una de las mentes más brillantes de la ciencia, escribió una nota que fue encontrada, tras su muerte, cosida en la solapa de su traje, cerca del corazón. En ella, Pascal describe una iluminación particular, tal vez una experiencia mística, de la que cito algunas líneas: “El año de gracia 1654 / Lunes 23 de noviembre, día de san Clemente, papa y mártir / desde cerca de las diez y media de la noche hasta cerca de la una y media / FUEGO / «Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob» [Éxodo 3:6], no de los filósofos y de los eruditos / Certeza, certeza, sentimiento, gozo, paz / Eternamente en gozo por un día de ejercicio en la tierra”.

¿Qué vio Pascal? Su memorial es impresionante. Léanlo. Pascal conoció y contempló, sintió el fuego de Cristo. Como dijo André Frossard: Dios existe, yo me lo encontré.