El 26 de abril de 2004, el entonces alcalde de la provincia puneña de Ilave, Cirilo Robles, fue secuestrado luego de una fallida rendición de cuentas. Tras horas de tortura, su cuerpo no resistió y falleció frente a su municipalidad. “Perdónenme. Piedad. Pido perdón a mi pueblo. No me maten”, fueron sus últimas palabras. Su pueblo lo acusaba de corrupción, incumplimiento de promesas electorales y malversación de fondos. Tiempo después dos informes de Contraloría no le encontraron responsabilidad.

Si bien el caso puede considerarse aislado y con matices singulares, el descontento de la población con las autoridades de los tres poderes del Estado, la falta de liderazgo de la presidenta Dina Boluarte, el desborde de la inseguridad, la confrontación entre el Ministerio Público, la Policía Nacional y el Ministerio del Interior vienen provocando en indignación colectiva y así el individuo se convierte en parte de un todo, una masa que no piensa, suprime la razón y actúa por instinto.

Meses atrás, en Ayacucho una ciudadana agredió a la presidenta. Esta semana la agresión fue contra el gobernador de la Libertad, César Acuña. Diariamente, el Congreso es repudiado por la población. La ciudadanía ha pasado de la pasividad a la acción. Emprendedores, trabajadores, transportistas, obreros de  construcción civil levantan su voz para ser oídos por este gobierno que decía representar a los “sin voz” y “los nadies”.

Recordando a Lope de Vega “Fuenteovejuna… todos a una”, no hagan que el pueblo tome justicia por su propia mano. Actúen, lideren, coordinen y no desacrediten las protestas ni ataquen a la prensa que informa sin consigna.

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