Desde que asumió la Presidencia del Consejo de Ministros, el premier Walter Martos, a nombre del gobierno, ha señalado que la estrategia para hacer frente a la pandemia tiene que comprometer a los tres niveles de gobierno, sobre todo si se quiere actuar de manera preventiva y en las primeras etapas del contagio, a fin de tratar a las personas en sus casas para que no tengan que ir a los hospitales que desde hace meses están colapsados.

La idea es buena. En teoría, quiénes mejor que los gobernadores y alcaldes para llegar a los que habitan sus jurisdicciones, a sus vecinos. Sin embargo, las buenas intenciones de Lima podrían colisionar con la dura realidad que implica tener a tanto impresentable, sinvergüenza, incapaz y hasta delincuente en las administraciones locales, donde muchos han mostrado incapacidad para el uso de los recursos asignados para afrontar la crisis.

Pero la incapacidad no ha sido el único problema. También ha habido dolo. La Contraloría General de la República tiene decenas de procesos abiertos a burgomaestres a los que a inicios de la pandemia se les encargó una tarea tan simple como fue la de comprar alimentos y hacer canastas con productos básicos a fin de entregarlos a las familias más vulnerables en un contexto de emergencia, es decir, sin mucho trámite ni proceso.

Lamentablemente algunos gobernadores como aquel que recomienda consumir dióxido de cloro y carne de llama, y varios alcaldes que meten la uña hasta en la compra de arroz y fideos, podrían resultar más un problema que una ayuda en medio de una situación crítica como la que vivimos. Son producto del voto irresponsable y mal informado de los ciudadanos que hoy, en esta crisis, están pagando los platos rotos de tener autoridades que no están a la altura de las exigencias.

La nueva estrategia debería comprometer a todos, pero a todos los que hagan las cosas bien. El Poder Ejecutivo, si quiere cambiar las cosas, debería andar con los ojos muy abiertos antes de confiar en gobernadores y alcaldes por el simple hecho de serlo. Hay autoridades eficientes y honestas, pero otras no tanto. Tengan en cuenta que es la vida y la salud de la gente la que está en juego. Ya hemos perdido muchas vidas, que no se pierdan más.