Todo peruano que crea en la democracia, las libertades y el Estado de derecho debe sentir en estos momentos mucha vergüenza al saber que el Perú acaba de restablecer relaciones diplomáticas a nivel de embajadores con la tiranía de Venezuela, y que el representante de Lima ante Caracas sea nada menos que Richard Rojas, brazo derecho del corrupto Vladimir Cerrón.
Más allá de los oscuros nexos del nuevo “embajador” y de sus nulas capacidades para representar al Perú así sea ante un país paria como Venezuela, es lamentable que el gobierno del presidente Pedro Castillo haya decidido “normalizar” las relaciones con el chavismo asesino, destructor y empobrecedor de millones de seres humanos que en medio de su drama optan por salir caminando hacia otros países.
Llama la atención el rol que viene cumpliendo en todo esto el canciller Óscar Maúrtua, un diplomático de carrera al que no imaginamos jamás avalando la normalización de las relaciones con la dictadura venezolana luego de haber sido un gran crítico de Nicolás Maduro y sus secuaces.
El responsable de Torre Tagle había señalado en diciembre del año pasado que Venezuela era una “alianza de corrupción y narcotráfico”. Fue durante un evento académico que en Correo nos encargamos de difundir en agosto de este año.
¿Tan seductor puede ser un fajín ministerial y un auto con circulina para el embajador Maúrtua, como para dejar de lado una trayectoria profesional y avalar el envío de un embajador impresentable a Caracas? Inexplicable.