En el discurso del 15 de marzo el presidente Pedro Castillo anuncio que remitirá al congreso el proyecto de ley de ingreso libre a las universidades públicas, reiterando una promesa de campaña que aún no se ha materializado. También la bancada de Perú Libre ha elaborado su propia versión para la propuesta.
En nuestro país polarizado casi cualquier iniciativa del gobierno arranca con la descalificación opositora y esta no ha sido la excepción, pero los argumentos en contra no parecen muy sólidos, si entendemos que ese examen de admisión no tiene valor predictor alguno respecto al desempeño universitario y profesional futuro del ingresante. Basta ver la infinidad de ingresantes que desaprueban cursos y ciclos desde el inicio. Tampoco asume la pérdida que significa ser incapaz de admitir a tantos postulantes que sí están calificados para el mundo universitario.
¿Por qué no abrir el ingreso a las universidades sin examen y que sea la universidad en el primer ciclo semipresencial la que se ocupe de determinar quiénes son competentes para continuar con los estudios superiores en esa universidad? Así se eliminarían las discriminadoras PREs y academias y especialmente los retrógrados exámenes de ingreso, terminando con el condicionamiento a los colegios para que entrenen a sus alumnos en función del ingreso universitario, que es lo que los aparta de su rol educador de adolescentes. De este modo, una vez admitidos, cada universidad contextualizaría la evaluación de los estudiantes en función de lo que considera relevante para que continúen en su seno con los estudios superiores.