Releyendo el estudio clásico sobre estrategia de Basil Liddell Hart encuentro esta frase maravillosa de Belisario: “La más rotunda y acertada de las victorias es la siguiente: provocar que el enemigo abandone su propósito sin detrimento de nuestra iniciativa”. En efecto, la historia está plagada de ejemplos donde el sector con iniciativa ha logrado imponerse, acumulando poder y desplegando fuerzas con audacia y constancia. La suerte es de los audaces y, según nos dicta el sentido común, la audacia no necesariamente está reñida con la necesaria prudencia. De cierta forma, la crisis política que atraviesa nuestro país tiene que ver con la iniciativa que tomó un sector pequeño pero bien organizado de la izquierda, una facción con un plan de copamiento institucional que supo llevar a cabo con voluntad y decisión.
De esta iniciativa se pueden extraer varias lecciones. En esencia, es posible que facciones pequeñas, con planes concretos, se impongan a clanes más grandes pero altamente desorganizados. Esto ha sucedido en el Perú donde minorías directivas han logrado imponer su agenda de espalda a lo que necesita la mayoría. La iniciativa suple la ausencia de cuadros, porque estos se van plegando al vencedor conforme este adquiere poder. Tal fue el derrotero del vizcarrismo, pues cuanto más autoritario se tornaba, más adeptos consiguió. De muchas cosas se puede acusar a Vizcarra, pero no de falta de iniciativa. Mientras sus opositores dudaban entre enfrentarlo o no, él buscó desde el inicio exterminarlos sin piedad.
La política, como la vida, es de los audaces. De los líderes con iniciativa, con planes concretos y objetivos realistas, alcanzables. En un país sonámbulo, la iniciativa es fundamental.