Ayer se conmemoró el Bicentenario de la Batalla de Junín, una de las gestas heroicas más importantes de nuestra historia y que permitió la consolidación de la Independencia del Perú. La celebración principal tuvo lugar en el Santuario de Chacamarca en la provincia de Junín, un lugar cargado de simbolismo y memoria. Sin embargo, la ausencia de la presidenta Dina Boluarte, quien había prometido estar presente, dejó un vacío inesperado en este evento tan significativo. El comunicado oficial que justificó su falta, aludiendo a “motivos de fuerza mayor”, no hizo más que alimentar la especulación y el desconcierto.

En la región Junín, circulan rumores que sugieren que la presidenta optó por no asistir debido a la posibilidad de protestas por parte del Frente de Defensa y otras organizaciones sociales, que han manifestado su descontento por acuerdos incumplidos. Esta decisión, aunque comprensible en un contexto de tensiones, plantea interrogantes sobre la capacidad del Gobierno para enfrentar el descontento social. Es cierto que el clima político en el país anda crispado, sin embargo la mandataria hubiera dado la cara en Junín y dar muestras de diálogo capacidad de liderazgo. Buscar allanar las diferencias hubiera sido un acto con un mensaje muy fuerte.

La historia de la Batalla de Junín nos recuerda que la lucha por la libertad y la unidad es un legado que debemos honrar, y que la construcción de una gran nación requiere esfuerzo conjunto y compromiso.

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