Hoy, martes 7 de junio, es el Día de la Bandera del Perú. Aunque comprensiblemente concentrados en nuestra agenda interna e internacional todavía por la pandemia y el impacto económico de la guerra en Europa del Este, no hemos declarado la efeméride como día feriado nacional NO LABORABLE -En EE.UU. celebraron el pasado lunes 30 de mayo, el Memorial Day o Día de los Caídos, que sí lo es, en recuerdo de quienes murieron al servicio del ejército del país-, y eso pasa porque los peruanos no somos un pueblo nacionalista, pues no conservamos esta virtud cívica en la calidad de arraigada a la patria, salvo Tacna que cuenta páginas de moral nacional incuestionable.

Se trata del símbolo patrio por el cual debemos dar hasta la vida como lo hicieron Bolognesi, Alfonso Ugarte y muchos otros valientes peruanos en Arica por el honor nacional, pues amaron a su patria más que a ellos mismos y solamente pensaron en el Perú, sin importarles sus familias ni sus proyectos personales, volviéndose héroes por su arrojo, al cruzar el umbral del respetado cumplimiento del deber.

Pero expresar fidelidad y amor a la bandera, y reconocerla como el símbolo más excelso en su forma y en su fondo, es una tarea que se construye en la casa y fuera de ella por el Estado, con educación. Los hijos que aman a sus padres serán siempre mejores ciudadanos; aquel que es fiel a la bandera jamás será un traidor de su patria, de su jefe o de su amigo; aquel que profesa un juramento a la bandera, entiende el significado del cumplimiento de la palabra empeñada.

Los que se oponen a que sea feriado nacional no laborable dicen que la economía peruana no puede detenerse. Tontos, no se dan cuenta de que si sembramos nacionalismo de verdad, cosecharemos la unidad nacional que no tenemos, y que seremos una sociedad con menos fracturas y prejuicios porque los tenemos, y porque rindiendo tributo a la Bandera, seremos más sensibles para mirar al Perú invisible del que tanto habló Jorge Basadre y entonces, solo así seremos la Patria Grande que soñó nuestro mayor historiador de la República, y habremos enterrado a la sociedad de la derrota para erguirnos como la gran nación de la victoria.

Dediquemos un día nuestra mayor y exclusiva atención ciudadana a la Bandera e invirtamos en educación, de lo contrario no habrá ruta para el desarrollo y seguiremos sumergidos en nuestra insondable desgracia de ser un país vulnerable y dividido.