La suerte el expresidente Martín Vizcarra parece estar echada luego de la nuclear confesión que hizo ayer ante el Poder Judicial el exgerente de la empresa Obrainsa, Elard Paul Tejada, quien ha narrado con pelos y señales cómo en enero del 2014 entregó parte de una coima total de un millón de soles en billetes de 200 soles, y dentro de un sobre de manila de gran tamaño, al entonces gobernador regional de Moquegua, a cambio de obtener la buena pro para llevar a cabo la obra Lomas de Ilo.
Vizcarra alega que las acusaciones son parte de una “persecución política” en su contra. Sin embargo, habría que preguntarse qué razones podría tener un personaje como el citado empresario, que también tiene un pie en la cárcel por corruptor y sinvergüenza confeso, como para armar semejante mentira ante fiscales y jueces, con la finalidad de perjudicar al exmandatario que es todo un experto en indignarse y victimizarse cada vez que salen a la luz los delitos que habría cometido.
Además, la acusación de Tejada se sustenta en retiros de dinero de un banco, previos al pago de la coima; y en las comunicaciones telefónicas con Vizcarra anteriores a la cita en las oficinas de Obrainsa, donde se habría hecho la entrega del dinero sucio. A eso se suma que una parte del pago ilegal al apodado “Lagarto”, cerca de 40 mil soles, fue a través del alquiler de una avioneta, una operación imposible de negar porque hay recibos y hasta fotos de los que viajaron en la aeronave. ¿Todo esto también es un cuento?
Hasta el momento Vizcarra ha tenido mucha suerte. Hace cuatro años fue echado por la puerta falsa de Palacio de Gobierno en medio de graves acusaciones de haber recibido coimas y hasta el momento no ha pisado ni por casualidad un penal de manera preventiva. Por evidencias menos claras, el Ministerio Público y el Poder Judicial han encerrado a otros personajes de nuestra política como Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Keiko Fujimori y Nadine Heredia, aunque estas dos últimas ni hayan sido funcionarias públicas.
Queda a los peruanos exigir celeridad en el proceso a Vizcarra, pero sobre todo precisión y profesionalismo de parte de los magistrados a cargo del caso. Esta historia de cutras y mentiras parece estar muy clara, pero es necesario no dejar espacio para que algún sinvergüenzas insista en que todo es una farsa, se victimice e incluso use su delicada siiuación penal para hacer campaña política. Y a propósito, ¿qué dicen ahora los antiguos escuderos del “Lagarto”? ¿Siguen creyendo en su palabra? Ayer estaban muy callados.