El 75 aniversario de la Constitución de Costa Rica fue conmemorado con actividades académicas, políticas e internacionales. Una celebración que, por un lado, inspira un sentimiento de orgullo para cualquier ciudadano comprometido; por otro, plantea una reflexión sobre la necesidad de consolidar la democracia como un proceso continuo e inacabado en toda comunidad política que aspire al desarrollo e imperio del Derecho. Sin embargo, es imperativo resguardar la salud de las instituciones, pues las crisis democráticas se gestan con el tiempo si cesa la vigilancia al estado de la separación de poderes, los derechos humanos y el debido proceso.
En nuestra región, algunas democracias que parecían estables durante décadas ahora enfrentan la arbitrariedad y autoritarismo. En Europa continental, el crecimiento de la burocracia y la proliferación de regulaciones han empezado a erosionar las libertades civiles, homogeneizando a los ciudadanos hacia abajo, en lugar de fomentar condiciones que favorezcan su prosperidad.
La democracia, cuando no progresa, cae en una confusión desalentadora sobre el valor de la persona humana o termina en una plataforma ineficaz y promotora de populismos reformistas nefastos para la persona y la sociedad. Por eso, urge que se implementen reformas que impidan a partidos sin un compromiso genuino con la democracia y la Constitución postular o presentar candidatos a cargos públicos. Las democracias en crisis erosionan lenta y silenciosamente.