A pesar de los intentos del Gobierno por minimizar la medida de protesta de los transportistas y otros gremios ante el aumento de extorsiones y acciones criminales, la realidad es diferente. La paralización no solo ha afectado al sector transporte, sino que se han sumado mercados, bodegas y otros negocios a lo largo del país. Esta ola de descontento revela una verdad contundente: la ciudadanía ha llegado al límite ante la inacción gubernamental frente a la creciente inseguridad.
El grito de “¡Ya basta!” resuena en todo el Perú. Es un clamor que refleja el hartazgo de una población que, unida por la desesperación, exige respuestas y soluciones concretas. Ayer, las expresiones de empatía y apoyo hacia quienes protestaban pacíficamente fueron la norma. La unidad, forjada en medio de la crisis, muestra que los peruanos saben que la verdadera fuerza está en la solidaridad ante un problema común.
Este levantamiento es una manifestación de que, cuando las necesidades apremian, el pueblo busca respuestas, y el Gobierno no puede seguir ignorando ese clamor. Es evidente que exponer los problemas a un nivel masivo es la única forma de hacer que el Ejecutivo reaccione. Lo que se vivió ayer en todo el país debe ser una advertencia para la presidenta Dina Boluarte y su equipo de ministros: la improvisación y la falta de acción no pueden continuar.
Es momento de darle coherencia y eficiencia a la gestión gubernamental. Hasta ahora, la ausencia de un plan claro ha agravado la sensación de abandono.