A propósito del crimen organizado, vestido de minero ilegal, que reina en Pataz, en la región La Libertad, un profesional de la zona me comenta: “para que estos grupos delincuenciales actúen impunemente necesitan dinamita, así que controlando el tráfico de explosivos se podría contener el avance de estos”. Y es cierto, así como los narcotraficantes se inventan mil formas de pasar la droga, estos criminales hacen lo mismo con estas sustancias químicas.
Hay que hacer una distinción con los mineros informales, aquellos reconocidos por el Estado y de quienes se esperan que, en un plazo determinado, cumplan con su documentación para la explotación de minerales. Los otros son los mineros ilegales, aquellos que no se encuentran registrados porque se dedican a actos criminales como la trata de personas, la extorsión, el robo y la contaminación del medio ambiente.
También es importante tener en cuenta que, según la organización CooperAcción, la minería formal brinda empleo a cerca de 220 000 personas; mientras tanto, la minería informal casi dobla esa cifra con, aproximadamente, 400 000 trabajadores. La cereza del pastel, agrega, es que crea una base social apetitosa en una campaña electoral, por lo que tiende a extenderse en el ámbito político y contar con cierto respaldo dirigencial.
Entonces, desde hace 15 años hay muchas condiciones para la extensión de la minería ilegal al contar con un gran poder adquisitivo, como el narcotráfico, por lo que, con artimañas, suele introducir los explosivos en su zona de explotación. Ahora bien, ¿se imaginan a una banda criminal con dinamita? Por eso es que en Pataz pueden derrumbar torres de energía eléctrica, hacer volar socavones y extorsionar a los mineros formales e informales. Ya sabemos ahora dónde se debe atacar.