El 2020 será recordado, además del desastre mundial del COVID-19, por la oportunidad que nos brinda como sociedad para reinventarnos. No podemos seguir haciendo lo mismo ni de la misma manera. En ninguna etapa de la historia los cambios fueron tan rápidos. La electricidad tardó dos generaciones en extenderse de la ciudad al campo. El teléfono demoró 75 años en comunicar a sus primeros 100 millones de usuarios. Las nuevas tecnologías reducen ese tiempo a un abrir y cerrar de ojos. Y el ritmo seguirá creciendo de manera vertiginosa con la llegada de la revolución del 5G.
No estamos en la revolución de la tecnología, sino del conocimiento. Me queda claro que requerimos en América Latina un giro de timón hacia la digitalización. Para ello, es necesaria la participación de las mejores mentes del país. No solo los políticos, sino sobre todo los científicos, deben involucrarse en la realización de un Plan Estratégico Disruptivo en Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación, que proyecte la solución a los problemas de mañana, hoy.
Este plan estratégico nos debe permitir ser creativos en la generación de nuevas fuentes de trabajo, en llevar servicios de calidad a todos los rincones del país, en reducir la brecha digital y en transformar nuestra relación con el medioambiente. Europa, antes de la pandemia, avanzaba en la descarbonización de la economía y en el uso intensivo de las energías renovables.
La modernización del Estado debe apuntar al uso racional de las nuevas tecnologías y adaptarse a este nuevo escenario para fortalecer sus capacidades en el ámbito nacional y local para afrontar los problemas. Lo mismo debe ocurrir con la telemedicina, que por ahora es principalmente es colaborativa.Las políticas públicas deben facilitar las propuestas hechas para apoyar el desarrollo de energías limpias y la protección del medioambiente.
Por supuesto, la educación debe ser una prioridad en esta nueva etapa post COVID-19, reduciendo la brecha digital en cada región del país. Apenas estamos viendo el inicio de un mundo que será muy diferente. Es necesario, generar pensamientos y acciones disruptivas en todos los campos, porque, como lo dijo el gran Charles Darwin, no sobrevive el más inteligente, ni el más fuerte, sino el que mejor se adapta a la nueva situación.