“La política es el campo de trabajo para ciertos cerebros mediocres”. Friedrich Nietzsche utiliza toda su malicia filosófica para describir una realidad que, a pesar del transcurrir del tiempo, se repite a pie juntillas inexorablemente, sobre todo en sociedades en aparente involución gubernamental como la nuestra -donde hasta un piajeno puede llegar a ser presidente, sin exagerar-.

¿Por qué Pedro Castillo llegó a Palacio, siendo tan escaso de cabo a rabo? Por lo mismo que dice el firmado de Nietzsche: es fácil engatusar al pueblo poco informado masticando mentiras como “no más pobres en un país rico”, hacerse del poder por obra y gracia de la casualidad y, luego, no atar ni desatar frente a tamaña responsabilidad simplemente porque las neuronas no alcanzan. 

¿Qué fue entonces el gobierno del profesor chotano, hoy preso en Barbadillo luego de graduarse como aprendiz de dictadorzuelo apurado por la retahíla de cuadernos fiscales que carga en la alforja? Una mente lúcida amiga lo definió a la perfección apelando a la riqueza del idioma: “Fue una kakistocracia (del griego kàkistos). ¿Y qué es la kakistocracia? El gobierno de los peores, de los ignorantes, de los incompetentes y los cínicos”. Ajá.

Lo peligroso de esta sombra de mediocridad es que ha carcomido la mente de algunos compatriotas, que son los que -empoderados por el comunismo y el discurso brutal- tiran piedras a la Policía, incendian comisarías y sedes judiciales y bloquean el desarrollo el país, mientras el Congreso de la República juega su propio partido de derecha a izquierda bajo una carpa de circo, exento de aplausos e hinchas, tal y como ocurre con la Liga 1. ¡Y así no juega Perú!