El martes 13 de setiembre Mahsa Amini, de 22 años y origen kurdo, fue detenida en Teherán, capital de Irán, por la “guardia moral” porque al “no estar usando correctamente su hiyab” velo que cubre la cabeza y gran parte de la cara, incumplía el código de vestimenta que rige en ese país.
Tras ser sometida a “una hora de reeducación”, fue ingresada en el Hospital Kasra donde falleció tres días después. Mientras las autoridades iraníes afirmaban que murió por un ataque cardíaco, su familia negó que tuviera alguna afección al corazón.
La oficina de Derechos Humanos de la ONU y Amnistía Internacional han pedido que se inicie una investigación penal por la muerte de Mahsa, ante los indicios de golpes y tortura.
En Irán, el Corán, equivalente a la Biblia en el mundo islámico, regula la vida de las personas y el hiyab es una imposición religiosa. En las repúblicas islámicas el Estado y la religión se vinculan. No existe el Estado laico.
Difundida la muerte de Masha, miles de mujeres iraníes continúan movilizándose, se despojan de sus velos y muchas los queman.
Siendo respetuosos de la soberanía de los países y el derecho de los pueblos a escoger el régimen político y sus gobernantes, no somos indiferentes frente a las movilizaciones por el derecho a la vida y la igualdad humana entre hombres y mujeres, por el cese de discriminación y explotación del hombre por el hombre.
Saludamos las movilizaciones de las mujeres musulmanas contra las imposiciones discriminatorias de origen religioso y patriarcal, pensando en nuestras esposas, madres, hermanas e hijas. La práctica religiosa y el uso de sus símbolos debe ser totalmente voluntario y personal.
Que el martirologio de Masha Amini, sea la ocasión de unirnos en la lucha por un mundo mejor para todos y todas.