Decía Gustavo Adolfo Bécquer que la soledad es muy hermosa cuando se tiene alguien con quien compartirla. El término “soledad”, según la literatura científica, se refiere a un sentimiento desagradable o de insatisfacción percibido por la propia persona y asociado a una situación de aislamiento social en el que, generalmente, las personas mayores encajan a la perfección. Hace poco vi en una revista española una impactante fotografía de un anciano vestido de etiqueta sentado en una hermosa mesa, decorada con grandes candelabros y luces de navidad cenando solo.
La escena me entristeció mucho y trajo a mi mente el recuerdo de mis padres y abuelos que, hoy, ya no tengo junto a mí. Asimismo, una historia reproducida en redes sociales dio cuenta de la reacción de unos hijos recibiendo la noticia de la repentina muerte de su madre. De inmediato, estos volaron a la casa de reposo donde la tenían alojada, llorosos y sin poder creerlo, y encontraron para su sorpresa una mesa de comedor hermosamente servida y una voz que les advertía que era la única manera de reunirlos en un día tan especial como el día de la madre.
La moraleja de estas historias es que no se debe abandonar a los seres queridos y mucho menos en fechas festivas en que la soledad y los recuerdos resultan aún más lúcidos y duros. La rapidez con la que hoy vivimos no nos deja “tiempo”, decimos, pero lo que mejor y más rápidamente hacemos es justamente desperdiciarlo y dejar de lado lo más valioso: nuestros seres queridos, nuestras familias.
Por ello, en fechas como la que hoy celebramos, es importante que nos detengamos, nos impongamos una autocrítica y entendamos que la modernidad nos ha traído avances maravillosos, pero también una enorme crisis de afectividad. Hagamos que nuestros padres, nuestros abuelos y todas las personas mayores que antes dieron su vida por nosotros, sean los “protagonistas” de nuestra mejor calidad de tiempo y no se sientan solos, nunca.
Dejemos que nuestros mayores arropen nuestros éxitos, consuelen nuestros fracasos, acompañen nuestras celebraciones y disfruten de nuestras vidas. Finalmente, no sabemos cuánto tiempo más estarán con nosotros y cuánto y cómo nos arrepentiremos cuando ello ocurra y tengamos, entonces, que conformarnos solo con nuestra propia soledad, porque la historia, simplemente, se repetirá.