Con el último escándalo generado tras comparar con ratas a los fallecidos en las protestas del inicio del gobierno de Dina Boluarte, algo que luego trató de corregir al afirmar que se refería a los violadores de menores de edad, el ministro de Educación, Morgan Quero, tendría que ser retirado del gabinete en el acto, claro, si es que la jefa de Estado quiere oxigenar en algo su gestión que tiene varios lastres en el equipo ministerial que complican su aspiración de llegar en el poder hasta julio del 2026.
El ministro Quero ya se ha hecho famoso por los grandes líos que le genera al gobierno de su jefa, a la que suele defender hasta de lo indefendible. Recordemos cuando al inicio de su gestión calificó de “prácticas ancestrales” a la violación niñas awajún en una comunidad de la selva, y que cuando se esperaba que acuda personalmente a pedir disculpas por sus tristes palabras, apareció en la ceremonia por el aniversario de una de las dudosas universidades de César Acuña, el socio y escudero de la presienta Boluarte.
Pero Quero es solo uno de los ministros que hace tiempo han debido ser enviados a sus casas. Por ahora nadie mueve a Julio Demartini, quien no asume su responsabilidad al menos política en el salvaje reparto de alimentos no aptos para el consumo humano a los niños beneficiarios del programa Qali Warma, al que le acaba de cambiar el nombre. Quizá está esperando que el Congreso lo censure, que de hecho lo hará, en lugar de que la mandataria opte por sacarlo para no insistir con la confrontación. ¿Hay asesores políticos en Palacio de Gobierno?
Otro lastre es el ministro del Interior, Juan José Santiváñez, el que hasta ahora no logra demostrar que los audios grabados en un chifa por el capitán “Culebra” son un montaje, el que nos dijo que había caído el número dos de Sendero en el VRAEM y el que no muestra resultados de los estados de emergencia. En la lista también están el titular de Economía y Finanzas, José Arista, que ha permitido que Petroperú sea puesta en manos jurásicas; y el de Salud, César Vásquez, que pasará a la historia por las cifras de muertos y contagiados de dengue registrados en una gestión ministerial.
En lugar de quejarse de los medios y de los legítimos cuestionamientos de la oposición, salvo los que vienen desde las covachas castillista y golpista, la presidenta debería preocuparse por hacer una buena purga en su equipo ministerial, pues hay elementos que no solo no suman, sino que restan y tiran más abajo a un alicaído régimen que está pegado en el poder con cinta adhesiva y que vive sujeto a los humores de un Congreso que cualquier día, por cálculo político y en su afán por contentar a las tribunas, se voltea y opta por la vacancia. Cuidado.