Dudo que con la muerte de Alberto Fujimori el panorama político cambie mucho y se acabe la polarización que por tres décadas han generado el recientemente fallecido, su descendencia y sus seguidores, pues a muchos les convendrá mantener vivito y coleando el antifujimorismo a fin de sostener su vigencia y no caer en el olvido. Son los que existen y buscarán seguir existiendo en función a todo lo que implica el recuerdo de quien dejó el poder hace 24 años.

¿Se imaginan a la izquierda peruana o a ciertas ONG si dejan de culpar de todos los males de este país al fujimorismo? ¿De qué hablarían ahora?, ¿de medioambiente?, ¿de género?, ¿de defensa de los sindicatos casi inexistentes?, ¿de protección de los animales?, ¿de la promoción del aborto?, ¿de la lucha de clases? Puede ser, pero esos temas al menos por ahora no pegan en la opinión pública. Con propuestas de ese tipo ni pasarían la valla electoral, y lo saben muy bien.

Por eso, creo yo que desde la izquierda y todas sus variantes van a tratar de seguir manteniendo vigente el antifujimorismo como su salvavidas, como su seguro contra el olvido, especialmente luego de haber cometido el error histórico y grave de llevar a Palacio de Gobierno a un inepto y filosenderista como Pedro Castillo, quien además resultó corrupto y golpista. Para colmo, este sujeto vino apadrinado por otro sinvergüenza y racista como Vladimir Cerrón, hoy prófugo de la justicia.

Lo delicado de esto es que si el antifujimorismo, quizá el “partido político” más fuerte que existe hoy en el Perú, nos ha llevado a tener a un presidente como Castillo cuando el Perú se caía a pedazos tras la pandemia, en cualquier momento nos podría “regalar” uno peor como Antauro Humala. No es algo descabellado. La otra alternativa sería que los Fujimori y sus herederos familiares y políticos se retiren. Sin embargo, eso no se ve en el horizonte, al menos en el corto y mediano plazo.

Por todo esto, sospecho que la polarización va a seguir vigente en un país donde lamentablemente no surgen figuras que despierten un renovado interés de los electores. Tenemos abundancia de agrupaciones políticas y miles de inscritos en ellos con miras de postular a algo en el 2026, pero de momento no hay entusiasmo por figuras que se desmarquen del montón y del rubro “más de lo mismo”. Cuidado con ese desencanto y esa frustración, que ya hemos visto lo que genera y lo letal que resulta para el Perú.

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