Como en las eliminatorias de fútbol, hay un encuentro definitorio que se jugará entre los partidos tradicionales y los movimientos regionales, cuyos jugadores comenzaron a ser fichados para las próximas elecciones regionales y municipales. Sin embargo, el problema es que las reglas de este juego aún no se definen en el Congreso.

El tema pasa porque en el Legislativo se votó a favor de la eliminación de los movimientos regionales, y queda una segunda decisión de los congresistas para darles el tiro de gracia: sacarlos del juego. Es por ese motivo que en los últimos días hubo una estampida de posibles candidatos de movimientos regionales hacia los partidos tradicionales.

Eso ha provocado que más de 20 dirigencias de movimientos regionales renuncien, desaparezcan o huyan hacia los brazos de los partidos políticos que controlan el Congreso. Así lo precisa con preocupación la Asociación de Movimientos Regionales, que informa una fuga de talentos para octubre de 2026: De 85 grupos se han quedado en 62.

Ahora bien, todos los que hemos vivido en provincia sabemos que los movimientos regionales no son una pera en dulce, sino vientres de alquiler o casas prefabricadas que, una vez culminado el sufragio, suelen ser desmanteladas. Pero, cómo echarles la culpa a estos grupos si vivimos en el auge del pragmatismo político, en el que el fin justifica los medios.

Dependerá del debate en el Congreso, entre el derecho de la participación de los ciudadanos y el orden que merece el país infectado de improvisados. Es difícil competir si las reglas de juego no están definidas, pero es necesario que haya un equilibro constitucional. Esperamos que prime la cordura y no alguna sombra interesada.