El escándalo generado por la obra teatral María Maricón presentada por la Facultad de Artes Escénicas de la Universidad Católica ha sido considerada como un agravio a  los católicos que son enorme mayoría en nuestro país. La Universidad tuvo que suspenderla a pesar de la defensa de los responsables académicos que se basa en la libertad de creación y expresión. La obra disruptiva y altisonante desde su título, pretende abordar la homosexualidad de la Iglesia Católica involucrando a uno de los íconos más venerados de la espiritualidad cristiana como es la Virgen María. La libertad de expresión existe, todos la tenemos y defendemos, pero no podemos ejercerla arbitrariamente para hacer lo que queremos sin respeto a las libertades y derechos de los demás. El libertinaje es usado contra la libertad y dinamita por dentro el sistema democrático que la ampara. Y es lo que está sucediendo con este lamentable hecho. El respeto de la dignidad de la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del estado dice el primer artículo de la Constitución. Y para muchos forma parte de esa dignidad su espiritualidad y su religión. Atropellar sus símbolos o denigrarlos es tomado como un agravio personal. El tema no es ideológico, es de respeto a la persona y a sus creencias profundas. Se provoca la reacción de los creyentes que protestan por lo que consideran una blasfemia pública. El derecho a la blasfemia existe y puede ser ejercido, pero no convirtiéndolo en ofensa colectiva. Podemos encontrar espacios académicos y momentos para debatir, pero el escenario y la oportunidad deben ser los adecuados. El Perú pasa por uno de sus peores crisis, de gobernabilidad, de pobreza y criminalidad que ponen en peligro el derecho a la vida. necesitamos a los peruanos unidos no divididos y menos confrontados.

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