Todos defendemos la libertad como valor clave de la democracia. El único límite es el respeto a la libertad de los otros. Alexis de Tocqueville al estudiar la democracia en América advirtió que el exceso de libertad podría matarla. Lo que llamamos libertinaje es un veneno que viene de la irresponsabilidad. Ryan Holiday acaba de suscribir en The Economist una valiosa reflexión con la idea central de conmemorar un nuevo valor, el de la libertad de la responsabilidad. Cuenta Holiday que la estatua de la libertad fue un regalo de Francia a Estados Unidos para conmemorar la amistad y el amor compartido por la libertad. 75 años después de la inauguración de la estatua ubicada en Nueva York se propuso su “gemela”, para ser erigida en la Bahía de San Francisco llamada la Estatua de la Responsabilidad, destinada a simbolizar la otra cara de la preciada virtud es decir atender las obligaciones que conlleva una sociedad libre. La idea fue de Viktor Frankl, famoso sicólogo que sufrió encierro en el siniestro Auschwitz. Ya liberado escribió “La búsqueda del significado del hombre” sobre la importancia de tener una meta por la cual vivir. “De hecho, la libertad corre el peligro de degenerar en mera arbitrariedad si no se vive en términos de responsabilidad”. La libertad engendra responsabilidad y ella implica la obligación de pensar en los demás. Profunda reflexión aplicable a nuestro Bicentenario, ya que hemos tenido dos siglos de libertad con poca responsabilidad respecto de los peruanos cuyas carencias y desatención son hoy sufridas con resentimiento e indignación al punto de impulsar populismos que pueden empeorar la situación nacional. Con la misma fuerza con que rechazamos la incapacidad y el exceso de ideologización para atender a los pobres y abandonados que durante dos siglos han sufrido la libertad con poca responsabilidad de nuestras élites políticas, toca hoy defender la libertad ejercida con responsabilidad.