Pedro Castillo Terrones es puro cuento. El pollo no está vivo ni muerto, el pollo está carísimo. Y si algún tamborcito suena es el de su salida de Palacio de Gobierno por ser un incapaz a la vela, aparte del cada vez más evidente liderazgo al frente de una organización criminal cuyo organigrama tiene a su esposa Lilia Paredes como “coordinadora”, según el presupuesto fiscal.
Como resultó tremendo cuento la “palabra de maestro”. Con el accionar mostrado en el año y pico que milagrosamente contabiliza en las riendas del país ha dejado por las patas de los burros a los profesores, aquellos que jamás copiarían una tesis porque se les caería la cara de la vergüenza frente a sus alumnos. En su sano juicio, ¿qué padre de familia aceptaría que “Peter Castle” sea el “prosor” de sus hijos?
“No más pobres en un país rico”, prometió coauspiciado por su mentor Vladimir Cerrón, sentenciado por corrupción. Lo que no advertimos es que aludía a su panaca, léase cuñados, sobrinos, paisanos (La Chota Nostra) y la retahíla de amigotes que han ganado millonarias licitaciones o accedieron a puestos en el Estado con un sueldazo sin saber leer ni escribir. ¿Acaso ese no es otro cuento?
Estamos, pues, ante el mandatario de los cuentos chinos y hasta su indumentaria terminó siendo una fantasía. Del ruidoso sombrero (y gorro en Sarratea) y el traje al estilo Evo Morales pasó la casaca y, finalmente, al saco y la corbata. Nunca se halló en su Macondo palaciego y sabe Dios qué estampa nos mostrará cuando tenga que afrontar los Cien años de soledad que le esperan si se confirman, no sus Doce cuentos peregrinos, sino el cuentazo de las manos limpias.