Todo el país debería estar de pie por el drama de quienes enfrentan al virus sin la protección adecuada, sin suministros y sin balones de oxígeno. Lo que sucede con los profesionales de Iquitos y el fallecimiento de una decena de médicos es inaceptable para cualquier peruano de bien. Estamos ante una pandemia gravísima y no necesitamos incrementar riesgos de desatención y menos aún mártires. Necesitamos médicos y enfermeras bien cuidados y protegidos, no enviados a la guerra sin armas, directamente al sacrificio.
El ministro de Salud no solo es inoperante y burocrático. Su malsana indolencia y desinterés se evidenciaron cuando el Colegio Médico le pidió que los más graves fueran trasladados a Lima en una avioneta que el gremio iba a financiar. Su respuesta desvalorizó la misión por la cual él mismo juró y su demora costó dolorosamente la vida de varios médicos que pudieron ser salvados. Víctor Zamora debió atender con dignidad el pedido de renuncia del Colegió Médico, pero Martín Vizcarra lo exculpó porque trabaja muchas horas mientras los muertos se acumulan y él negocia su permanencia.
El The New York Times informó hace unos días que en el Perú hubo 6200 muertes solo en el mes de abril, igualando la mortalidad de París en su peor mes de pandemia. Cuánta inoperancia consentida y cuánta indolencia para dejar que este personaje continúe manejando la salud de millones de peruanos mientras se prodigan en datos sobre camas de hospitalización y de cuidados intensivos irreales, al extremo de que hay pacientes que mueren en las puertas de los hospitales sin espacio para recibirlos. El colapso es real, el número de muertos aumenta mientras se violan flagrantemente los derechos de los pacientes, de los médicos y de los profesionales de la salud. Necesitamos otra conducción para evitar que las semanas que vienen sean de desastre sanitario y humanitario. ¡Urgente!