El juicio a Jesús de Nazaret fue uno de los más injustos de la historia. Nunca contó con un debido proceso y en los interrogatorios jamás contó con un abogado para su defensa.

No era que no lo pidiera ni que lo quisiera sino que nunca se lo ofrecieron. En la época de Jesús el derecho vivió la etapa de la confusión, es decir, los criterios jurídicos fueron confundidos con los morales y por eso fue condenado.

Hoy es insostenible que un juez emita una sentencia fundada en criterios morales. Así, un sacerdote que viola a una niña será condenado a cadena perpetua por el derecho que es lo justo y no por Dios que es lo moral. Jesús fue un revolucionario al predicar que los hombres son iguales por naturaleza.

Cuestionó la desigualdad legitimada por los griegos y juridizada por los romanos, pues condenó la esclavitud que había vuelto al hombre una cosa, pero lo hizo sin odio, pregonando el amor al prójimo.

La esclavitud fue la base de la economía de muchos pueblos -Por eso Espartaco fue aplastado por Roma- y Jesús se mostró con amor a un sistema que haría cualquier cosa por mantenerlo. Al final, el Nazareno, fue visto como una amenaza, y por eso le aplicaron la pena de muerte por la crucifixión.

Los romanos sabían que era inocente pero no les importó como a Messala querer destruir a Judá Ben-Hur y a su familia. Se lavaron las manos con tal de que su poder siguiera intacto, y con ello, además, apaciguaron al influyente pero herido Sanedrín atestado de fariseos.