Enorme hermetismo es lo que domina por estos días al dictador de Venezuela, Nicolás Maduro y a su entorno corrupto como él. No es para menos, pues mientras se ha dado a conocer un plan de transición por la Casa Blanca para que Maduro (presidente de facto) y Juan Guaidó (presidente de iure), renuncien a sus cargos, para que prospere un gobierno que tenga el único objetivo de encausar a Venezuela hacia la democracia que hoy no tiene, el propio gobierno de Trump recientemente dispuso el desplazamiento de buques destructores, barcos de combate, aviones y helicópteros cerca de las costas del país llanero.

Se trata de un claro mensaje disuasivo que no se había visto antes sobre el país, hecho durante las cuarentenas que viven gran parte de los Estados en la región y en el mundo, seguramente queriendo pasar inadvertido. En cualquier escenario de percepción, lo cierto es que el objetivo se ha logrado. El nerviosismo entre los hombres del régimen ha llegado a su clímax luego de que en los últimos días, además, Washington haya imputado responsabilidad por narcotráfico a Maduro y su cúpula.

La oferta estadounidense hecha pública por el propio secretario de Estado, Mike Pompeo, para que en la práctica Maduro quede allanado a una salida que contemple ciertas indulgencias políticas y punitivas para él y sus compinches, no debería ser despreciada por el líder chavista.

A estas alturas del partido, con una OEA asegurada antimadurista para los próximos 5 años luego de la reciente reelección de Luis Almagro como secretario general, y con la evidencia de una completa vulnerabilidad nacional por la pandemia del coronavirus que Maduro quiere ocultar, al dictador se le ha presentado una inmejorable oportunidad.

Aunque está proscrito por el derecho internacional una eventual invasión militar de EE.UU. en Venezuela para derrocarlo, poco o nada importará al pragmatismo de Trump, que ya le habría bajado el dedo, y aprovechando el contexto por el coronavirus, decidido a ingresar a Caracas, apresarlo y llevarlo para su juzgamiento, luego terminar en una celda de 6x2 sin ventanas como el Chapo Guzmán. Maduro lo sabe y cruza los dedos.