Como en todas las profesiones, las generalizaciones ocultan la diferencia entre los merecedores del reconocimiento y los que harían mejor con abandonar la profesión. Creo que el Perú está viviendo de modo intenso esta dificultad, más aún con motivo del Día del Maestro. El público se suele quejar de la mala calidad de muchos maestros, y eso hace noticia. Los buenos maestros se quejan de que los medios los denigran desconociendo su enorme entrega y pasión profesional. De poco ayuda a prestigiar la profesión ver gobernantes y congresistas que han sido profesores y que deslucen la imagen de lo que son los verdaderos maestros.

Por eso quisiera referirme a los buenos maestros, aquellos que honran la profesión y merecen nuestro reconocimiento por las huellas constructivas que dejan en nuestros hijos y nietos.

El pasado 6 de julio se conmemoró el Día del Maestro. De seguro todos tenemos en la memoria al menos a un maestro que tocó nuestras almas. Algunos siguen trabajando, otros están jubilados entre sanos y enfermos y otros ya murieron, pero sus familiares siguen gozando de su recuerdo y enseñanzas.

Hagamos de esta una oportunidad para reivindicar a los maestros que dejan huella. Les propongo algo. ¿Por qué con motivo del Día del Maestro no los visitan, especialmente a los que están más desvalidos o necesitados? ¿Por qué no les mandan un email o tarjeta con unas líneas que evoquen aquello que marcó vuestras vidas? ¿Por qué no generar alguna forma de apoyo a los necesitados?

Para ustedes son unos minutos de su tiempo. Para ellos, una oportunidad para llevar energía positiva a sus almas.

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