Hoy se cumplen 50 años desde que el dictador Juan Velasco Alvarado, acorralado por el fracaso de sus medidas populistas, ordenó expropiar los diarios del país para convertirlos en órganos de propaganda.

El 27 de julio de 1974, la dictadura tomó Correo, Ojo, El Comercio, La Prensa, Última Hora y Expreso para entregarlos a “la población organizada”, un eufemismo para dar los diarios a sus acólitos que, a cambio de un poco de poder, se volvieron caja de resonancia de una dictadura.

Hoy no estamos en una dictadura, pero hay personajes que serían felices con un periodismo tomado porque ven a la prensa como un enemigo que da cuenta de sus tropelías.

Ahí tenemos a Alejandro Soto quien, hasta ayer, presidió el Congreso sin dar declaraciones y demandó a cuanto periodista osó investigarlo. La presidenta Dina Boluarte estuvo tres meses sin declarar luego que la prensa diera cuenta de las ostentosas joyas y relojes que usó y de cuyo origen ella misma dio hasta tres versiones. El ministro del Interior, Juan Santiváñez, pidió “controlar” periodistas que solo informaron de sus actos previos y, lo que es peor, el reciente secuestro de la madre del periodista Iván Escudero, que investigaba a altos personajes políticos

Nos acusan de complot mediático cuando lo único que hacemos es informar. Si no robaran el sueldo a sus  trabajadores, si no abusaran del poder que les da el pueblo y si no se quedaran con el presupuesto del Estado, la prensa ni los mencionaría. No ataquen al mensajero.

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