En esta época del año, donde se suspenden las hostilidades, los enemigos aparentemente irreconciliables se miran con ternura, se suaviza el corazón, aumenta la buena disposición de todos, se duplican las manos cooperadoras y brilla de manera singular la esperanza, también, aumenta la capacidad para detenerse a meditar sobre nuestro destino como nación. En diciembre de 1941, ante las heridas de la guerra y sus atrocidades, con profundo amor paternal, el papa Pío XII compartió al mundo su radiomensaje de Navidad. El mensaje sigue vigente y sigue siendo luz orientadora para nuestra época, pues los problemas de fondo no han variado, sino que se han perfeccionado, ya que han penetrado con eficacia en todos los ámbitos de nuestra sociedad, como la escuela, la academia, los poderes del Estado –como el parlamento nacional–, las familias, las organizaciones multilaterales, etc. Para recuperar la esperanza en el destino de nuestra nación, debemos comprender primero las causas que conducen a la miseria moral e intelectual, para poder combatirla y vencerla. Dice el sumo pontífice Pío XII en el radiomensaje: “Excavemos a fondo en la conciencia de la sociedad la raíz del mal. ¿Dónde está? En la progresiva descristianización individual y social, en la abierta negación de verdades y de fuerzas destinadas a iluminar las inteligencias acerca del bien y del mal”. Añadimos a esto, el debilitamiento de la vida familiar, la poca madurez de nuestros políticos, la liviana e insuficiente educación cultural de nuestras juventudes, la pérdida de autoridad y el sorpresivo desprecio del “respeto por la vida humana”. Sin esperanza, la reconstrucción social y política de nuestra nación, será imposible.