Al principio de año, durante las lluvias de verano que no fueron advertidas con la debida anticipación, buscaron culpables y los denominaron posteriormente Yaku o Niño Costero. A eso se le metió más ají y dijeron que el próximo año viene el Niño Global, que suena a caos, creando los famosos estados de emergencias que ahora tenemos.
¿Está bien esto? No, por algo muy sencillo: no sabemos dónde mitigar porque no sabemos diferenciar los efectos entre Niño neutro, débil o moderado, que si comparamos con años anteriores hasta beneficioso podrían ser.
Existen muchos errores. Ahora resulta que bajaron la intensidad del Niño Global a débil o moderado. Sin embargo, por ahora es imposible asegurar su magnitud debido a la incertidumbre de los modelos internacionales que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informa.
Las entidades científicas saben bien que los modelos recién se afinan en el mes de agosto llamándolo “barrera de predictibilidad de otoño”. En ese momento recién se podría hablar con una mayor certeza. Sin embargo, se adelantaron y se quemaron. En verdad existe 1% de posibilidades que ocurra un Niño extraordinario.
Lo cierto es que hace un mes se sabía que no iba a haber Niño Global extraordinario (que la percepción nacional lo asocian con El Niño 1982, 1997) y ahora lo están diluyendo, en vez de ser más operativos y advertir lo que va a suceder en el país a nivel de cuencas y quebradas.
El calentamiento de mar es un aporte más al comportamiento de nuestra atmósfera que necesita de otros factores para poder descifrar su conducta. Por eso no hablan con exactitud. Eso se consigue con conocimiento nacional, que lo tenemos disperso, que a su vez se alcanza con información real nacional a escala que no tenemos. Por eso repiten lo que nuestros amigos internacionales dicen, y le meten su ajicito.