La brutal represión contra la oposición política, perpetrada por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) del régimen venezolano, inspirado en el “socialismo del Siglo XXI”, el marxismo-leninismo y el modelo cubano, ha convertido al gobierno de Nicolás Maduro en una de las dictaduras más represivas de la actualidad.

La comisión de asesinatos, desapariciones, detenciones, torturas, tratos crueles y violencia sexual —tanto en el control de protestas como en la persecución selectiva—, documentada como graves violaciones y crímenes de lesa humanidad en el informe de la Misión Internacional Independiente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU (2025), demuestra la crueldad de la dictadura bolivariana.

En este escenario surge la figura de María Corina Machado, opositora al régimen chavista, quien recientemente recibió en Oslo (Noruega) el Premio Nobel de la Paz tras una salida cinematográfica de Venezuela.

Sin importar el disfraz que usen, cuando el marxismo llegan al poder —ya sea por las armas o por las urnas— sacarlos no es fácil. Está grabado en su ADN: una vez obtenido el poder, nunca quieren dejarlo.

Venezuela debe ser el espejo para toda Latinoamérica: el marxismo no cede el poder por las buenas. Carcome la institucionalidad, corrompiendo todos los estamentos del Estado para perpetuarse.

En este contexto, el reconocimiento a María Corina Machado es también un reconocimiento a esos millones de venezolanos a los que se les ha privado el derecho de vivir en su tierra, y el inicio de la caída del chavismo en la región. La democracia, aunque imperfecta, es el valor más alto que tenemos para nuestra autodeterminación, lejos de las dictaduras.