Nadie pretende esconder, subestimar o relativizar el álgido problema que atraviesa el Perú en temas de violencia contra la mujer como es el caso de las violaciones sexuales, muchas de estas a menores de edad.

Sin duda, las cifras son pavorosas y muestran el permanente fracaso del Estado y de todas las estructuras sociales para afrontar el problema, frenarlo o combatirlo de una manera efectiva. No obstante, de allí a calificar al Perú como“país de violadores” -como lo hizo Gloria Montenegro- hay un abismo en el que se entrecruzan la mediocridad, el efectismo y la estulticia, lo cual es polémico en el rigor del debate, extremista como arma de difusión e inadmisible si la emisión del concepto proviene, precisamente, de quien es la responsable de evitar que este fenómeno nos inunde.

El deleznable argumento de la ministra de la Mujer es que su frase busca perturbar con el impacto, sacudir al adormecido ciudadano y suministrarle esta dosis de electroshock como si esa realidad cruda y descarnada no se filtrara todos los días con excesiva vehemencia.Con el criterio de Montenegro, Carlos Morán debe salira gritar a los cuatro vientos que el Perú es un país de rateros o la jefa de la Sunat tendría que recriminarle al mundo por este país de evasores. Si el coro crece, en poco tiempo terminaríamos aislados, sin inversionistas extranjeros dispuestos a apostar su dinero en las fronteras de la barbarie ni a turistas interesadas en arriesgar su integridad corporal y espiritual ante tribus incontenibles y desalmadas.

La señora Montenegro está a poco de cumplir un año de gestión y ha terminado el 2019 con 164 feminicidios, la cifra más alta de los últimos 10 años. Sería bueno que en este caso, igual que en el de las violaciones, muestre los números positivos de su gestión, la idoneidad de sus políticas públicas y los logros inobjetables de su labor. Si el balance es rojo, como es evidente que lo es, siempre será mejor el silencio, la discreción y la mesura antes de prenderle la mecha al misil con el que explotará la alicaída imagen de un país que le dio la oportunidad de mostrar la capacidad que no tiene.