Una de las expresiones que más dolor me producían durante la presidencia de Pedro Castillo era esta frase “Palabra de Maestro” con la que terminaba sus alocuciones públicas, como si pudiera asociarse la profesión con un automático valor ético que merecía hacer creíble cualquier cosa que dijese.

Me parecía inaceptable presentar a los maestros como personas frágiles, condenados por su origen que para reivindicar la profesión docente debían mostrarse resentidos, hostiles y agresivos. No había una pizca de intento educador en sus discursos.

Por si fuera poco, la manera tan peculiar de hilvanar sus ideas y anécdotas eran más bien motivo de burla que de aprecio por su limitado dominio de la gramática, historia y geografía.

Finalmente, la incompetencia para designar colaboradores, la indiferencia frente a la corrupción, el vergonzoso papelón para cerrar el congreso y luego buscar asilo, eran la antítesis de cualquier imaginario del buen maestro.

Es claro que cientos de miles de maestros peruanos mayoritariamente no sintonizan con la imagen de maestro proyectada por Castillo.

Ojalá que los docentes a los que hizo llegar al Congreso también lleguen a ser parte de la legión multitudinaria de profesores con entereza ética que entregan diariamente su energía constructiva al servicio de la educación de los peruanos.

Reconociendo que en la diversidad profesional hay de todo, en lo que a mí respecta, la entereza ética y la entrega apasionada por el bienestar de los niños es la característica que he visto en la mayor parte de los maestros con los que he interactuado alguna vez en mi vida.

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