Como casi todos los fines de semana, un programa dominical nos ha traído otra triste e indignante historia salida del Congreso. Esta vez la señalada es la legisladora de Perú Libre, Janet Rivas, quien habría contratado a una trabajadora que sería “fantasma”, pues pese a cobrar un sueldo del Estado, no acude a su centro de labores por dedicarse a atender asuntos personales de dicha parlamentaria.

Esta casi anónima legisladora sería una más en la lista del deshonor del Poder Legislativo que integran “mochasueldos”, “niños”, “fiesteros”, “viajeritos”, “tránsfugas”, defensores de delincuentes, escuderos de terroristas y demás perlas que no saben cómo llegaron al cargo y están seguros de que una vez que lo dejen, nunca más volverán a ser elegidos. Quizá este sea el motivo que los lleva a levantarse todo lo que puedan.

El problema es que el ciudadano que es burlado por estos malos elementos del Congreso, jamás puede tener la certeza de que se llegue a aplicar la sanción que corresponde, al menos en la Comisión de Ética, donde hemos visto a varios ser salvados por sus colegas, gracias a algún arreglo bajo la mesa.

El caso de la cerronista Rivas tiene que ser investigado no solo en el Congreso, sino también por el Ministerio Público, que de inmediato tendría que abrir una pesquisa en base a las abundantes evidencias mostradas por el Cuarto Poder. Los delitos y las sinvergüencerías, no pueden quedar impunes.